Pasados los cuarenta días de rigor y las reflexiones que durante estas fechas he tenido, estaba dudando entre varias de las distinciones que seguramente leeréis en próximas entregas, cuando tras hablar con una persona en el ámbito profesional, recordé la distinción Hábito y Ritual que Luis Miró refleja en el libro Distinciones de Coaching de Silvia Guarnieri y el equipo de la Escuela Europea de Coaching – EEC – (pag. 96 libro).
La conversación de trabajo venía a concluir que en materia de tráfico es difícil que cambiemos ciertos comportamientos que tenemos, a los que podríamos denominar vicios, porque los asumimos como tales y realmente nos falta fuerza de voluntad para adoptar una manera más segura de conducción; es una especie de “aceptación” de una realidad dada, que en otras entregas también trataremos como distinción. Esto evidencia vale tanto para usuarios de vehículos (turismos, furgonetas, motos…) como para peatones y usuarios de la micro movilidad (patinetes y bicis).
Aunque esta sección no tiene que ver con el Coaching en sentido puro, me sirvo de las palabras y sus “distinciones” para reafirmar un mensaje. Me atrajo el comentario de Luis Miró respecto del “habito” en el aspecto de ser generador de automatismos que nos permiten dedicar recursos cognitivos y emocionales a otras actividades. Cuando vamos conduciendo deberíamos ir ciento por ciento concentrados en la tarea, pero de todos es conocida esa “conducción en automático” que hace que lleguemos al trabajo casi sin recordar los puntos por lo que pasamos, o incluso, cuando tenemos que cambiar un itinerario, repetimos la ruta habitual.
Es el ritual el que nos puede ayudar frente a este riesgo. Se necesita fuerza de voluntad para cambiar una conducta repetida como un automatismo. Requerimos de tiempo y perseverancia. El ritual viene a ser, nos dice Luis, un conjunto de acciones delibradas, ordenadas, dotadas de sentido, cuya finalidad está fuera de la propia acción y que nos permitirán, con el tiempo, sustituir un hábito no deseado por otro acorde a nuestras necesidades.
En definitiva, llevado a nuestro campo de la seguridad vial, los hábitos nos empeoran la conducción, proporcionando los rituales un patrón de conducción concentrada, consciente de lo que hacemos. Con el hábito ejecutamos una acción, llegamos a un destino, creyendo que lo hacemos de forma segura, mientras que con el ritual garantizamos que estamos dando más valor a nuestra conducción, esforzándonos por realizar la tarea de forma segura.
Otro aspecto interesante de la lectura ha sido cuando tenemos que pasar a la acción. Primero tenemos ser conscientes de lo que nos sucede y querer cambiar un hábito. No todos a la vez, poco a poco y de forma continuada, cumpliendo etapas. Por ejemplo, empiezo por los límites de velocidad en ciudad o por levantar el pie del acelerador cuando me aproximo a pasos de peatones. Luego con la distancia de seguridad, cada cual con aquello que perciba se ha convertido en un hábito-vicio. Poco a poco iremos convirtiendo hábitos en rituales.
Pero, ¿cómo puedo ser consiente de dicho hábito?. Te dejo un truco: pregúntate como habrías actuado en una situación de riesgo; también, sobre un accidente que hayas tenido conocimiento, cuestiónate si te podría haber pasado a ti. ¿Podrías haber sido responsable de un siniestro?, ¿seguro que nos has tenido un “casi”?, sí, esas maniobras que están a punto de generar un golpe o atropello y que evitamos con mayor o menor fortuna.
Lo dicho, un lujo poder releer las distinciones de la EEC y al tiempo poder adaptar un mensaje en favor de la movilidad segura. En cuarenta días otra distinción. Feliz finde, en la Semana Europea de la Movilidad.
Hábito vs Ritual.
