No siempre me resulta sencillo encontrar la equivalencia de las distinciones del Coaching al relacionar sus términos con el ámbito de la seguridad vial. En esta distinción en concreto, la dificultad se incrementa por tratar de responder de la mejor forma posible a lo que Mercedes Cisneros, sí, mi hermana, nos dice en el libro Distinciones de Coaching de Silvia Guarnieri y el equipo de la EEC (Escuela Europea de Coaching)
“Desde el estado de alerta, abrimos especialmente nuestros sentidos ante lo que para nosotros puede ser amenazante”, mientras que “desde la alarma estamos en un lugar descontrolado, donde emprendemos acciones sin tener claras las consecuencias”.
Las anteriores sentencias relatan el comportamiento desde el prisma de las emociones y como ambos estados, la alerta y la alarma, pueden influir en nuestros comportamientos.
Sin embargo voy a utilizar los dos sustantivos en otro sentido, alejado del Coaching, pero ayudado de su método de argumentación, para sacar conclusiones sobre uno de los aspectos que influyen en la seguridad vial.
En numerosas ocasiones dejamos sentado que el riesgo de suceder un siniestro vial está en el comportamiento del conductor o el usuario de la vía. Y suele ser así, cuando analizamos uno a uno los comportamientos e imprudencias que se dan cita en los accidentes.
El conductor siempre va a ser falible, el error es intrínseco a la naturaleza humana. Hasta incluso cuando una máquina falla, dicho fallo radica en una decisión humana, en el diseño o fabricación, en la falta de mantenimiento, por poner ejemplos.
El conductor necesita de lo que se denomina un sistema seguro, algo que mitigue las consecuencias de sus errores, en el sentido de evitar que se produzcan o que producidos las consecuencias no sean lesivas. Es algo muy similar a lo que los elementos de seguridad activa y pasiva suponen para los vehículos: con la seguridad activa evitamos un siniestro (la frenada de emergencia) o sus consecuencias si hablamos de la pasiva, en caso de choque por ejemplo (el airbag o el cinturón de seguridad, por recurrir a lo más básico).
Y aquí es donde quiero introducir la diferenciación entre alerta y alarma. En la consideración del sistema seguro y cómo operan los que deciden sobre las políticas públicas en materia de seguridad vial y los diferentes especialistas que en mayor o menor medida dedicamos tiempo profesional y particular a estos quehaceres.
Estar en alerta sobre una actividad, la movilidad rodada, que genera en torno a las 1.800 muertes al año, es lo lógico. Que dichas cifras generen una alarma también es posible.
Y aquí es donde aprovecho la distinción del coaching:
- Desde la alerta ponemos el foco en nuestras fortalezas, habilidades, conociendo los límites. Desde este concepto se puede construir algo coherente.
- Desde la alarma estamos en un lugar descontrolado donde emprendemos acciones sin tener claras las consecuencias
Y esto es fundamental en la toma de decisiones. ¿Habéis escuchado en alguna ocasión aquello de “legislar en caliente”? De eso se trata, hay que ser muy analítico con la información, saber hasta donde se puede llegar, que palancas de actuaciones tenemos; y eso sucede desde la alerta, desde la consciencia de estar a la espera de una posible situación de riesgo, aunque no haya ocurrido. Conocer que podemos hacer algo para evitarlo, pero de forma metodológica, sistémica.
En el tráfico también tenemos un claro problema de criminalidad, con la denominada violencia vial. ¿Conocíais que la mayoría de los procedimientos penales por delito traen causa en hechos derivados de la circulación, o mejor dicho, de conductas delictivas en las que se usa un vehículo a motor? Y esto genera alarma social desde un prisma lógico, pero lo preocupante sería la alarma institucional. Es decir, una sensación de estar ante una situación descontrolada que nos lleva a una situación de hipercontrol, en las propias palabras de Merche en su distinción.
Conclusión, para no aburriros:
- Desde el prisma del conductor, mantengamos una situación de alerta, conociendo nuestros límites, la vulnerabilidad de nuestra pericia al volante.
- Desde el lado del legislador y fiscalizador (la autoridad) huir de la alarma y tomar decisiones reflexionadas y fruto del aprendizaje, sin dar por amortizada la posibilidad de mejora de los conductores, no renunciar a llegar a una sociedad que necesita, no la acción inmediata, el aquí y ahora, el corto plazo, dado que la visión cero de los siniestros viales requiere medio y largo plazo, con metas que estamos planificando para 2030 y 2050. En definitiva, estar alerta.
No nos dejemos llevar por la alarma.
